19.6.18

DÍA DEL LIBRO EN ARGENTINA

El 15 de junio se celebra el Día del Libro en Argentina. Más allá de los motivos que dan origen a esta celebración -que pueden rastrearse fácilmente por internet- hoy quiero recordar la fiesta que se armaba en mi escuela primaria cada año para esta fecha.
Era la señorita Blanquita de 5° grado la que ideaba estos festejos. Cada año se elegía un autor y uno de sus libros y entonces toda la escuela, todos, todos, todos, de 1° a 7° grado, trabajábamos en torno a ello.
Recuerdo muy bien a la señorita Blanquita: petisita, muy flaquita, muy seria, siempre con el ceño fruncido. Le teníamos un poco de miedo porque era estricta, algo sargentona y en 5° nos hacía estudiar mucho. Pero cuando llegaba el festejo del Día del Libro se transformaba en una suerte de hada madrina de la literatura y ponía toda su mágica energía en el armado de la fiesta.
Desde el inicio de clases en marzo hasta mediados de junio, en toda la escuela los chicos leíamos los libros del autor elegido, investigábamos su biografía, hacíamos dibujos y maquetas que luego se exponían y escribíamos cuentos y poesías inspirados en las lecturas. Era una verdadera fiesta literaria que culminaba un sábado a la tarde, un sábado de junio, cerca del 15, con la presencia del autor en el colegio y la representación de alguna de sus obras por parte de los chicos de 5°.
De todas las fiestas del Día del Libro que pasé en La 24, recuerdo tres en particular: la que trabajamos con El ángel que perdió un ala de María Granata; la de La gaviota perdida de Eugenia Calny; y finalmente la de Felipito el Furibundo Filibustero de Eduardo Gudiño Kieffer.
No recuerdo el argumento de El ángel que perdió un ala, pero me acuerdo perfectamente del dibujo que hice para la ocasión: tendría unos 8 años y retraté a ese ángel sin ala, muy triste y nostalgioso. Aunque no conservo el dibujo, podría reproducirlo sin dificultad. Ese dibujo estuvo en exposición entre los mejores del colegio y aún puedo sentir la emoción que me provocó verlo allí colgado y ver también a María Granata observando mi obra con atención.
Con La gaviota perdida me pasa algo similar: no me acuerdo de qué se trataba el cuento. Pero recuerdo perfectamente qué se hizo el día que estuvo la autora en el colegio: se representó el cuento a través de una obra de títeres fabricados con placas de madera. Y el que fabricó los títeres ¡fue mi papá! Así que tengo muy viva su imagen cortando las figuras con una sierrita y protestando un poco porque las alas de la gaviota eran muy delicadas para cortar.
Un capítulo aparte merece Felipito el Furibundo Filibustero. De este libro me acuerdo todo, todo: el argumento, las ilustraciones del cuento, la fiesta en el cole y lo que dejó en mí el evento. Yo estaba en 6° grado, tenía 11 años, y como ya era más grande me eligieron para entrevistar al autor junto a otros chicos y chicas de 6° y 7°. Y así hicimos una "rueda de prensa" el día del festejo. Al finalizar la entrevista, los chicos de 5° actuaron el cuento. Fue bellísimo: estaban todos los personajes casi iguales a los del libro: Pablo, su abuela, el aljibe, la sirenita y Felipito el pirata. Y fue allí, en ese momento, que escuché la música que Gudiño Kieffer nombraba en su cuento: El Mar, de Claude Debussy. Quizás sea por esta primer escucha que Debussy se convirtió en mi compositor preferido. Quizás sea por esta incipiente experiencia periodística que mi destino me llevó, alguna vez, a escribir sobre música en algunos medios electrónicos.
Lo cierto es que estas fiestas del Día del Libro en mi escuela primaria siguen muy vivas dentro mío y las evoco en cada libro que leo, en cada música que escucho o en cada texto que escribo.